lunes, 29 de septiembre de 2014

Acerca de...La generación de la plancha












Las cosas están así:
Muchas personas piensan que soy mayor de lo que en realidad soy porque poseo una característica muy especial: Recuerdo.
Tengo una memoria excepcional para un montón de cosas inútiles como fechas, aniversarios de eventos lejanos que ni siquiera me ocurrieron a mi, nombres de personas que aparecieron casualmente durante mi vida o la de otros, versos y conversaciones entre otras cosas. Soy lo que mi amigo, el autor Leonel Castellanos "Leopi", llamaría una "guardadora".
Así es, soy una "guardadora" profesional.

Entre todas esas cosas que he guardado en el disco duro de mi memoria durante mis 41 años de vida, las canciones ocupan un gran espacio. Ahí es donde aparece el detalle de la edad porque resulta ser que no he guardado únicamente las canciones que han tenido que ver con  mi persona, sino también un enorme catálogo de canciones viejas que no pertenecen a la gente de mi generación.
Todas coexisten dentro de mi cabeza en un orden desordenado y aparecen espontáneamente de acuerdo al modo y la ocasión. Especialmente cuando me despierto en las mañanas con una de ellas dentro de la cabeza.

Primero están las canciones que yo amo, ésas que me llevan de regreso a la infancia con la primera nota, la primera palabra, el primer compás; es así como me veo otra vez sentada a la mesa de la cocina de la casa de parques, vuelvo a ver las sonrisas de Brenda y Luis Adrián mientras su madre, Araceli nos sirve el desayuno. En la ventana hay una radio pequeña que reproduce la voz de Manoella Torres: "nadie en casa me comprende, todos me censuran mi forma de ser, si supieras lo que invento por verte otra vez". Brenda dice después: "mi canción favorita es la que dice: "deja de llorar chiquilla, deja de llorar mi amor". Soy buena guardadora, pero no tanto, ya no recuerdo en qué terminó la discusión.

Después vienen las canciones del lado B de los discos de mamá, esas que ya nadie recuerda porque no fueron éxitos pero que yo traigo guardadas porque las cantaba y bailaba al volver de la escuela cuando jugaba a ser artista. Entonces escucho la voz de una Yuri muy juvenil: "pásame la goma de mascar, pásame la goma de mascar".

Luego vienen las canciones de mi abuela, las que ponía a la hora de cocinar o las que tarareaba para nosotros. Gracias a ella puedo reconocer perfectamente  y a la primera, la voz de Agustín Lara, Pedro Vargas, Toña la Negra y todos esos artistas que ya habían muerto cuando yo crecí pero que abuelita me legó junto con sus recuerdos, entonces viene a mi mente la frase célebre de una canción que ella repetía constantemente: "Tu eres rica y te llenas de orgullo, yo soy pobre y tirado a los vicios". !Ay mi abue! No sabe todo lo que me dejó.

Por nuestra casa pasaron también, un montón de amigos y amigas de mamá que dejaron su legado en discos de acetato olvidados después de una fiesta y de los que yo hice descubrimiento y rescate mientras crecía. Así llegaron a mi vida y se quedaron para siempre, Óscar Chávez, Joan Manuel Serrat, The Beatles, Nacha Guevara, Enrique Jorrín, Ray Coniff , Alberto Cortés, Armando Manzanero, José José en sus inicios y muchos más.

Mi mamá, siendo de espíritu festivo, bailador y cantador, llenó mi catálogo con canciones de múltiples géneros; desde tonaditas tontas que le heredaron sus tíos, como la canción áquella de "dónde está mi saxofón", pasando por las canciones infantiles de Cri-crí que ella entonaba para nosotros con particular alegría, las canciones tristes de Alberto Lozano que me hacen llorar de nostálgia por la rabia  de no poder volver a ir de la mano de mi madre cantando fuerte en la calle: "hoy canto a la luz que alegra en las mañanas, cuando sale el sol que brinca en las ventanas". También la música de los grupos  y cantantes de su juventud: Enrique Guzmán, César Costa, Alberto Vázquez, Angélica María, Los Hooligans, Los hermanos Carrión, Johnnie Laboriel etc... hasta llegar a las canciones de moda que entonaban sus artistas favoritos como Juan Gabriel, Lupita D'alessio, Rocío Dúrcal y Lucha Villa, que mamá cantaba a grito pelado los fines de semana mientras hacía los quehaceres.

Las contribuciones a mi legado musical llegaban de todas partes pero si tuviera que hacer un reconocimiento, lo haría para mi madre sí, pero también para las muchachas del aseo que fueron y vinieron de nuestras vidas durante los años en los que crecimos y que enriquecieron nuestra cultura musical con guapachosas canciones de Rigo Tovar y su Costa azul:  " mi Matamoros querido, nunca te podré olvidar", el Acapulco tropical: "que bien que toca, Acapulco Tropical, que bien que goza Acapulco Tropical", rancheras de Vicente Fernández: "grabé en la penca de un maguey tu nombre, unido al mío, entrelazados", los Xochimilcas: "ven a bailar quinceañera, ven a gozar quinceañera, Los Gatos Negros: "Sabes que te quiero Yolanda, que por tí me muero Yolanda"  y todo el repertorio de "Radio Sinfonola, la estación del Barrilito" que sonaba en nuestra casa a la hora del quehacer, 
Esas canciones, algunas anteriores a mi época, otras pertenecientes a ella, forman parte todas, de mi repertorio personal de recuerdos hasta el día de hoy y hacen buen tema de conversación con muchas personas. a quienes por cierto le causa mucha risa el detallito de que sonaban a "La hora del quehacer".

Hace algunos meses, conversando con mi hermano, él me platicó que en un viaje reciente que hizo a Colombia, conversó con un colega que le contó, que este fenómeno de las canciones viejas aprendidas por los niños de las madres chambeadoras o las muchachas del servicio tiene un nombre allá en Colombia. Nos llaman: "La generación de la plancha", queriendo decir que, aprendimos las canciones que no nos pertenecían, a través de la hora de planchar.
El nombre es perfecto. Nuevo tema de conversación.

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