Cuando en mi imaginación
nacía la idea de alguna historia, lo primero que me pasaba por la mente era
publicar. Luego cuando ya estaba en el proceso, trabajando en ella, dándole
forma, inventando personajes y situaciones, la visión de publicar se iba
volviendo lejana, distante y finalmente se convertía en una especie de misión
imposible.
¿Cómo iba a llegar al paso de la publicación cuando había tanto trabajo de edición y corrección por hacer? Pasaban los días, los meses, los años y el trabajo no parecía que fuera a terminar. !Imposible!
¿Cómo iba a llegar al paso de la publicación cuando había tanto trabajo de edición y corrección por hacer? Pasaban los días, los meses, los años y el trabajo no parecía que fuera a terminar. !Imposible!
Salté
la barrera de mis propios imposibles la semana pasada, el día de la Primavera,
el veintiuno de Marzo cuando después de un proceso de tres meses en el que los
astros se alinearon, Dios puso a las personas correctas en mi camino y decidí
dejar de postergar las cosas importantes, por fin mi primer libro dejó de ser
una fantasía, un miedo, un archivo escondido en mi computadora y se convirtió
de pronto en una realidad fantástica.
Describir
lo que se siente al recibir el primer volumen de tu propio libro y
tomarlo entre las manos; ésa, sí que es una tarea imposible.
No
sabía que hacer con él.
Descubrí el paquete cuando abrí la caja del correo y a pesar de saber
perfectamente lo que era, lo ignoré por un par de horas. Cuando lo saqué de la
caja del correo, lo revolví con los demás sobres para que el muy presumido no
se sintiera tan importante. Le ordené a mi corazón que calmara sus latidos
ansiosos y me dirigí de regreso a la casa jalando la correa de Chocolat quién,
indiferente a mis sensaciones, olfateaba los aromas de la primavera. Abrí la
puerta de nuestra casa, solté la correa, separé el correo normal del sobre de
cartón en el que estaba envuelto el libro. Puse el correo en su lugar y coloqué
el paquete en el suelo, en el tapete verde que está en la entrada de mi casa.
Lo observé por un momento y después decidí que era hora de ir a podar las
plantas muertas del jardín. No me había parado en nuestro jardín al menos en
tres meses; casi todo el tiempo que duró el invierno, sin embargo en ese
momento, la urgencia de ir a ponerme los guantes, sacar las tijeras
gigantes e ir a podar fue lo más poderoso que hubo en mi mente. Trabajé podando
y sudando por una hora sin pensar absolutamente en nada más, luego celebré mi
trabajo encendiendo un cigarrillo y no fue hasta que apagué la colilla que
decidí volver a entrar a la casa, lavarme las manos, tomar el paquete y rasgar
el cartón para ver el libro. ¿Por qué?
Me
parece que a veces, cuando he acariciado una idea o un sueño por mucho tiempo,
cuando finalmente llega el momento en el que aquello que he deseado
tanto se convierte en una realidad, algo me pasa y me aterro. Me ha
ocurrido muchas veces, de muchas maneras diferentes pero el terror siempre
aparece y he tenido que digerirlo por cierto espacio de tiempo antes de pasar a
la etapa de la realización y el disfrute.
Afortunadamente en esta ocasión el proceso sólo me tomó una hora y un montón de
helechos despanzurrados.
Mi
libro ya está, ya es; ya existe y es tan hermoso que el sólo hecho de
verlo me provoca ganas de llorar.
Mi amiga María de Lourdes Victoria me dijo: “Abrázalo, arrúllalo, huélelo, es
tuyo” y eso fue precisamente lo que hice, lo acuné en mis manos, lo hojeé con
mucho cuidado, leí algunos de sus párrafos, conté sus hojas, acaricié su suave
portada y lo besé llena de gratitud hacia Dios por tantos sueños cumplidos…
Mi
flamante libro nuevo, es una joya preciosa y valiosísima para mí; es un
hermoso objeto que tiene vida propia y está esperando ser descubierto por
amables espíritus aventureros que sucumban al deseo de navegar entre sus
páginas.
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