viernes, 2 de mayo de 2014

Acerca de...Seattle Escribe

Hace algunos meses, al final del año anterior me sentía de cierto modo desesperada e incierta respecto a mi posible carrera como escritora. A pesar de tener ya algunos manuscritos terminados y haber enviado algunas de mis obras  a concursos internacionales, no sentía que realmente estuviera avanzando hacia ninguna parte.  Verán: para una escritora el placer de escribir no se reduce sólo al hecho de crear una obra escrita. La escritora no puede desarrollarse si se encuentra confinada a su propio mundo interior. Hace falta siempre contar con una audiencia privada, gente cercana que le ofrezca opiniones y sugerencias para mejorar. En mi caso las cosas se habían puesto difíciles considerando varios factores. El más importante de ellos, el hecho de que no me resulta sencillo compartir mi obra con gente que no sea extremadamente cercana y de mi absoluta confianza; y otras razones secundarias, como el hecho de que vivo en un país extranjero y que en mi círculo de personas cercanas se encontrara gente de buena voluntad pero sin ningún interés por leerme o sin alguna experiencia respecto a las artes “escribitorias” (Sonrisa)
Así de reducido como estaba el círculo, el pobre de mi marido ya estaba mareado de tanto que lo atosigaba para que me leyera y me críticara y,  a pesar de que es un hombre muy inteligente, no posee la experiencia en el área para ofrecerme la retroalimentación que yo verdaderamente necesitaba. Ocurría lo mismo con mis familiares y amigos a quienes les ofrecía mis escritos para analizar. La crítica o las sugerencias se reducían a bonitos comentarios acerca de mi creatividad o la naturaleza de los escritos. Mi amiga Gaby, también escritora y actríz era lo más cercano que tenía  a mano para esos fines creativos, pero separadas por país y con las múltiples ocupaciones de ella, la comunicación tenía largos periodos de interrupción que a mí me llenaban de desesperación.
Así estaban las cosas a fines del 2013, cuando comencé a meterme en la cabeza la idea de que si las oportunidades y los círculos no existían, debía de alguna manera imaginarlos para empezar a encontrarlos y si no los encontraba entonces debía empezar a crearlos yo misma.  Mi trabajo de imaginación y deseo debe haber funcionado a la perfección porque no tuve necesidad de crear absolutamente nada. El círculo de escritores llegó a mi, por aquella extraña regla de los “seis grados de separación” y así fue como una amiga me presentó a otra amiga que era escritora y que por los días en los que nos conectamos, había sido invitada a impartir unos talleres de escritura en español en la biblioteca pública de Seattle.
El Sábado primero de Febrero de 2014  a las nueve y cincuenta y cinco de la mañana, me encontré frente a la puerta de entrada de la biblioteca central, muerta de frío y rodeada de menesterosos que esperaban que  se abrieran las puertas del recinto para poder entrar y disfrutar del calorcito artificial de la calefacción y de pasadita checar sus correos electrónicos en las computadoras gratuitas. Después de haberme perdido por más o menos diez minutos, llegué al piso y busqué el salón. En el pasillo me encontré con una amable señora que estaba pegando una etiqueta en una puerta…esa señora resultó ser mi reciente amiga virtual, la escritora que iba a impartir los talleres, María de Lourdes Victoria.
Cuando la puerta del salón se cerró por fin y comenzaron las sesiones del taller, no me imaginaba el mundo nuevo que iba a descubrir y no me refiero a la riqueza y utilidad de los talleres que hemos recibido y que es incuestionable; no.  Me refiero a otra cosa. En ese salón, en esa reunión y en las sesiones subsecuentes descubrí  lo que había estado buscando por tanto tiempo para dar un paso adelante en mi carrera de escritora: un grupo de personas con intereses iguales a los míos y al mismo tiempo únicas en sus deseos individuales. Personas de diferentes edades, nacionalidades, extractos sociales pero unidas con un sólo propósito: crear  y compartir Literatura en español.  Personas ávidas de ser leidas, ávidas de compartir sus puntos de vista respecto al oficio de escribir y ávidas de aprender unos de las experiencias de otros.

Unos querían comentar, otros compartir, otros querían recibir información, otros deseaban saber que leer.

Aquél Sábado fantástico, me sentí como un naufrago cuando por fin es encontrado por un trasatlántico y rescatado de su miseria.
Sabía que había llegado al lugar correcto y que a partir de los talleres, el aislamiento literario había terminado para mí.
No me equivoqué.
El grupo de escritores hispanos “Seattle Escribe” presentará su primera lectura pública, el día 14 de Junio de 2014 en la biblioteca pública de la ciudad de Seattle a las cuatro de la tarde.

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